Los Sitios de Las Tirajanas: por su interés etnográfico

Nuestra compañera Consuelo Jorge el pasado 13 de mayo, dio el pregón PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LOS SITIOS, en honor a LA MILAGROSA. Por su interés etnográfico y patrimonio oral, reproducimos íntegramente el texto enviado, felicitando a la pregonera como a los vecinos y lugareños que aún perviven en un lugar mágico y espectacular de la Cuenca de las Tirajanas.

Texto integro:
Estimados vecinos/as, Buenas y festivas tardes.
Un afectuoso saludo para todos y todas.
Vaya en este comienzo mi consideración y aprecio por la elección de mi persona para pregonar las fiestas de Los Sitios 2018. Mi primera sensación cuando recibí tal encargo fue dudar sobre la aceptación de la propuesta, un reto que después de valorarlo me siento halagada de contar con la acogida y buena disposición a quienes ha correspondido el acordarse de mí. Doy las gracias de antemano a la asociación de vecinos Los Tabucos y a su junta directiva y espero no defraudar su confianza.
En ese momento reflexiono sobre la función y el valor de pregonar las bondades de este caserío que son Los Sitios de Arriba y Los Sitios de Abajo, de sus gentes, sus virtudes y valores, y de los hechos que configuran la vida cotidiana.
El azar hace que por el desempeño de mi labor profesional caiga en mis manos una unidad didáctica para trabajar la expresión oral de alumnos/as de primaria. La propuesta es la de realizar un pregón con cada uno de los elementos que deben formar parte del mismo. Expreso esta casualidad no más que por cómo se alinean las situaciones y los momentos para facilitar la expresión y el uso de la palabra como elemento de confluencia y encuentro de las personas y sus vivencias más lúdicas y humanas, como puede ser la celebración de sus fiestas y la exaltación de sus tradiciones y valores populares.
El caserío de Los Sitios de Arriba y Los Sitios de Abajo, rodeado a su poniente por el barranco de Tirajana y la presa de La Sorrueda y con vistas al macizo de Amurga y el Risco Blanco como fieles guardianes de este espacio con historia, hacen de este emplazamiento una primera impresión que aísla, pero a la vez produce una paz interior plena, que atrae y nos envuelve.
Hagamos un poquito de historia, porque es lindo saber cómo aparece el topónimo de Los Sitios en textos que hablan de la conquista de Canarias. Siempre me produjo satisfacción saber de este hecho. Ya el cronista Marín y Cubas en 1687 hacía literal cita “Una fortaleza llamada Ancite cerca de Tirajana, que hoy llaman El Sitio”. El lugar de Los Sitios sigue siendo elemento de una larga disputa sobre la real situación de Ansite, que en su momento supuso un debate entre los ayuntamientos de San Bartolomé y Santa Lucía al albor de la indefinición de los textos de los cronistas que no daban elementos lo suficientemente definitorios para situarlos.
Sea como fuere, las descripciones y aparición del término El Sitio de las Tirajanas o tierras de Ansitio se encuentra en distintos documentos históricos y testamentarios. Y hasta en una novela “La chamana de las piedras” de la escritora Dulce Bermúdez se hace referencia a estos lugares y de esta forma: “Frente al palmeral, irguiéndose por encima de la presa, una loma cobija a un grupo de casas blancas. Un caserío casi enterrado entre el verde de los árboles frutales, con un nombre tan curioso como su localización: El Sitio de Abajo. De lejos, la apariencia es la de un pequeño belén, casi en el fondo del barranco, con la presa a sus pies, como si hubiera sido construido a posta para vigilarla y romper lo árido del entorno con un punto frondoso”.
Lo dicho nos hace ser fieles valedores y baluartes de una historia que, aunque lejana en el tiempo forma parte de nuestras raíces más profundas. Pero no solo estos llanos, montañas y laderas han sido testigos de historias y vivencias pasadas. También nuestra geografía, nuestro horizonte y nuestra naturaleza exuberante y diversa han sembrado de vida y color los campos, desde las cimbreantes palmeras canarias, los verdes olivos, tuneras, veroles, tabaibas, escobones, piteras, que enseñorean su belleza a propios y caminantes. Obvio es mencionar los almendreros, que a la vez que dan color a las laderas baldías también servían de sustento y complemento para las personas que viven aquí.  Una naturaleza agreste y salvaje en algunos lugares que en primavera se convierte en una explosión de color y vida, acercando y exaltando su belleza como un caleidoscopio a lugareños y visitantes.
La mano del hombre ha contribuido a hacer más amable y habitable este espacio, creando un sinfín de casas canarias agrupadas o en solitario, a dos y cuatro aguas, auténtico compendio de la arquitectura tradicional canaria, donde sus dueños se afanan por mantenerlas lustrosas y relucientes. Un noble ejemplo de relación integrada del hombre con la naturaleza. De igual forma, el trabajo abnegado y sacrificado de sus hombres y mujeres para hacer de estas tierras lugares de labranza, de frutales, verduras y las tan socorridas papas.
Muestra de la lucha constante por mantener la agricultura y el agua como simbiosis para dar vida a la tierra, son las heredades del lugar y el trasvase e impulsión de agua de presas desde Fataga hasta Los Sitios cuando la sequía y la falta de agua muestran su lado oscuro en esta tierra. Gracias a las personas que con tesón y buen criterio llevaron adelante esta acción de la que tanto nos beneficiamos.
La realidad tranquila y serena de los días laborables se convierte en bullicio y ajetreo los fines de semana cuando regresamos los vecinos para atender los cercados y casas convirtiendo este encuentro en el sano deleite de una conversada con la mesa puesta y el vaso de buen vino,  mientras el potaje con los productos de la tierra se cuece lentamente en la cocina y el olor a asadero invade las cercanías, y donde los más atrevidos son capaces de entonar alguna isa, folía o convertir la parranda en un animado tenderete.
La noche se adueña de este mágico espacio y con ella el cielo limpio y diáfano enamora a las estrellas y a quiénes como sus fieles seguidores las rastreamos a través de un firmamento lleno de cometas, estrellas fugaces, satélites y constelaciones. Aquí la luna ilumina la oscuridad de la noche y convierte las siluetas de palmeras y montañas en ensoñaciones astrales que vienen a hacer el adelanto de la luminosa mañana. Si invitar a un amigo o familiar a pasar el día en Los Sitios es un bonito detalle, no lo es menos el hacerle cautivo de una puesta de sol o de la observación del universo celeste, ¡todo un lujo celestial!
De siempre los habitantes de Los Sitios han sido gente trabajadora y luchadora y de ahí nacen mis más tiernos recuerdos, desde aquél mes de abril en que nací en Las Montañas donde también vieron la luz mis hermanos, hijos de Serafín y Lola, mis queridos padres, y que junto con mi abuela mamá Carmen formábamos la unidad familiar y donde los cuidados a la misma era una grata tarea más del día a día.
Vivencias inolvidables, entrañables. Mis primeros juegos, las casillitas, cuando cogía los huevos de las gallinas y los amasaba con tierra convirtiéndolos en tortillas, cuántos quebraderos de cabeza le di a mi madre que se daba cuenta que las gallinas no ponían huevos, hasta que me descubrió. Machacaba los higos con los albaricoques en aquellas tardes de principios de verano llenas de calor. O cuando me lanzaba por una piedra a modo de tobogán y rompía la ropa. Ya de noche esperábamos al camión que venía a buscar el estiércol, cuando asomaba al algarrobero elevaba la luz, se reflejaba en la pared de mi casa y mis hermanos y yo jugábamos con las sombras alargadas y en movimiento que se formaban.
También participaba y colaboraba en las tareas del hogar. Iba al Cosete a buscar el agua con la talla y el “rueo”, al Ingenio de Santa Lucía a buscar el “Pelargón” la leche infantil para mi hermana pequeña Angelina, o los domingos a Fataga a la panadería a buscar pan fresco con mi hermana Saro. Lavar en la acequia junto a mi madre me encantaba, y después tender la ropa en el majano.
Hacer el pan en el horno era y es un rito de todas las casas de Los Sitios, en la mía también y recuerdo lo que me privaba que mi padre me metiese en el horno para sacar el bizcocho y saliera envuelta en una manta y llevada directamente a la casa para que no cogiese frío y me pusiera mala; esto nos lo rifábamos mis hermanos y yo. Y mi padre, cuántas vivencias con él:  iba a trabajar a la presa de Ayagaures y por las tardes cuando llegaba desde Fataga íbamos a encontrarle por la acequia. Él guardaba en “el bolso” unas cuántas támaras llenas de migas de pan, que formaban parte de su comida, pero que no las comía para dárnoslas a nosotros cuando íbamos a recibirlo. Y nos traía a mis hermanos y a mí a lomos, como si fuera un caballo, hasta llegar a la casa. Con él también viví las tareas de la labranza: iba a llevarle la comida a Los Llanos cuando él estaba con una yunta de vacas realizando la siembra; aquel cesto, no era cesto, era un paño grande con la comida dentro y atado como una cesta, al abrirlo se convertía en mantel. La trilla en la era que está en Los Alférez. Acompañarle a “Las Cañás” a coger cerrillos y tederas para las vacas. Y una cosa que recuerdo gratamente era la matanza del cochino cuando desde muy de mañana mi padre estaba con alguno de mis tíos, aulagas y hoguera para quemar las cerdas al cochino; aquel olor entre aulagas, humo, carne quemada, lo recuerdo vivamente. Y después de hacer el despiece, mi padre y los otros hombres que lo acompañaban asaban y se comían “el bichillo” con una copa de coñac. Más tarde supe que ese trozo de carne llamado “bichillo” era el solomillo del cochino, lo más tierno del animal y era para los hombres que habían participado en ese primer momento. Pero a partir de ahí y seguidamente había un trabajo ingente que correspondía a las mujeres, mi madre y alguna tía: hacer los chicharrones, lavar las tripas del cochino en el barranco y perfumarlas con naranjas verdes y hierbahuerto, las morcillas, preparar la carne hila con la asadura para el almuerzo de ese día, la salazón, la manteca, etc. Todo esto formaba parte de la despensa para un largo periodo.
Descamisar piñas, descascarar almendras, aventar el trigo, recoger los albaricoques que maduros caían al suelo y hacer mermelada con ellos, eran tareas propias del mundo rural y campesino de aquella época. Mis abuelos mamá Juana y papá Andrés siempre estaban prestos a colaborar y dar consejo sobre estas labores cotidianas.
Y la Escuela de Los Sitios, aquí, esta fue mi primera escuela, y doña Cándida mi primera maestra. Recuerdo mi paso por la misma como una etapa sumamente feliz, feliz, sí. El vaso de leche a media mañana, mis primeros pañitos de punto de cruz, mi primera comunión con un altar lleno de velas y azucenas, mis compañeros/as y amigos/as, María Artiles, Rita Almeida, Tita, Loli Pérez, Eloína Artiles (q.e.d) con la que por edad y afinidad me llevaba muy bien, hicimos juntas la primera comunión aquí; Sara y Dominga Pérez, Paco Artiles, Felipe Almeida, mi hermano Santiago y mi hermana Saro, Pepe Artiles, Conchita, Antoñito y Camilo. Espero la memoria no me juegue una mala pasada no recordando a quienes tanto considero y aprecio.
También hice fechorías o participaba de las mismas. En el camino a la escuela pasaba por el cercado de mi tío Andrés y robaba ciruelas y naranjas chinas. Después pasaba por el Cosete me lavaba la cara y las manos para esconder el delito. Pero mi tío sabía perfectamente de mis andanzas y la reprimenda siempre llegaba.
Otro capítulo de mis correrías fue cuando en el barranquillo del Cosete mi hermano Santiago me quitó un caracol y yo le tiré tremenda piedra a la frente que lo dejó malherido. Salí corriendo para mi casa y me escondí debajo de la mesa (vaya escondite). Si mi madre me dio un cholazo no lo recuerdo, pero seguro que algo de eso pasó, porque no volví a repetir tal hazaña.
Y en el Cosete (pequeño estanquillo que recogía agua de un naciente) me encantaba coger “caballitos” junto a mi hermano Gonzalo. El Cosete y su barranquillo formaron parte de mis aventuras y travesuras.
Sirva todo esto de homenaje a mis padres, Serafín Jorge Quintana y María Dolores López Hernández, que buscaron el arraigar en sus hijos el valor de esta tierra y hacernos personas comprometidas y de principios. La emoción y los recuerdos fluyen como no puede ser de otra manera al vivenciar con amor y respeto las enseñanzas que de ellos recibí y sigo haciendo mías como su mejor legado.
Llegado un determinado momento, allá por el año 1969, por circunstancias de la vida y del propio desarrollo de la zona, mi familia hubo de abandonar Los Sitios, pero esto no fue impedimento para mantener vivo el contacto con este lugar y con sus gentes, moradores y defensores de su valor como comunidad.
La memoria se convierte en recuerdo y camina al lado de hombres y mujeres que son reconocidos referentes de Los Sitios, gente humilde y campechana con una sabiduría popular llena de experiencias, de aprendizajes vitales, que los hacen enraizarse con este lugar: Pepita Chil, Nievita Moreno y su hermana Florita, Miguelito Moreno, Fernandito Pérez, auténticos Sabios de La Tierra, que han dejado huella en mí y en muchos de los que estamos hoy aquí. Para ellos, nuestro más grato recuerdo y el agradecimiento por los momentos compartidos y las enseñanzas recibidas.
Es necesario y de justicia el hacer clara anotación a ese proceso de Desarrollo Comunitario que dinamiza y le da vida a esta asociación de vecinos, autentica brega diaria por conseguir mejorar las condiciones de vida y bienestar de los vecinos y vecinas de Los Sitios; parte esta iniciativa de un sereno y consciente análisis de la realidad del lugar y sus necesidades: el agua para los cultivos, mantener sus heredades activas y en pleno funcionamiento, mejoras en el agua de abasto para las casas, una carretera arreglada y accesible, equipamientos para el local social, programa de actividades y el inestimable trabajo de recopilar y recoger la historia y los valores de este espacio, ¡¡ ahí es nada !!. Tareas todas de largo recorrido que lidera la AA. VV. Los Tabucos con su presidente Paco Artiles al frente, en la que le acompañan personas de reconocido compromiso comunitario y vecinal como Juan Pérez, Felipe Almeida, Eva, …. y tantas otras personas que dedican su tiempo, pensamiento y reflexiones para mejorar este caserío. Gracias a todas ellas
Sirva, a modo de conclusión, la frase del faycán de Telde Bentejuí, en su última batalla de la conquista, transformando y situando sus palabras como exclamación y mensaje de identidad con esta tierra:
“LOS SITIOS EXISTEN’, MÍRALO EN PIE SOBRE ESTOS ROQUES Y SUS GENTES”
¡ ¡ ¡ ¡ ¡ Felices fiestas de La Milagrosa 2018! ! ! ! !
Firmado: Consuelo Jorge López, pregonera del año 2018.
 

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